Tour de Francia de 1992 ¿Qué sucedió?
Quizás para los más jóvenes la edición de 1992 del tour de Francia no les resulte especialmente llamativa, atractiva o no tenga ese revestimiento de histórico que da la lejanía. Demasiado cercana en el tiempo, demasiado controlada por un ciclista, demasiadas pocas sorpresas, recorrido demasiado anómalo, dirán.
La realidad, sin embargo, se empecina en llevarles la contraria, y cuando rascamos un poco sobre esa superficie nos damos cuenta de que nos encontramos ante una edición vibrante, frenética, que dejó dos o tres actuaciones para la gran historia de este deporte, y que reunió, además, el mejor elenco de vencedores de etapa, el más prestigioso, que jamás haya tenido la ronda francesa. Por eso no está de menos hacer un recorrido pormenorizado de aquel legendario verano de 1992, donde el Tour de Francia debía de compartir protagonismo en España con los Juegos Olímpicos. Una España que, decían, estaba a punto de entrar en crisis económica, tras un repunte brutal provocado por las inversiones inmobiliarias. Y es que está visto que no aprendemos.
Pero 1992 era también el año de la firma del tratado de Maastrich, ese que iba a terminar con las fronteras en Europa, que iba a propiciar la libre circulación de personas y mercancías y que sería el punto fundamental para el nacimiento de lo que hoy llamamos euro. Y para celebrarlo el Tour de Francia se arriesgó con un recorrido atípico, que iba a tocar hasta siete países de la entonces Comunidad Económica Europea (además de Francia, el Tour saldría de España y pasaría por Bélgica, Luxemburgo, Holanda, Alemania e Italia) en una carrera variada y muy personal.
Variada porque por primera vez en varios años el Tour de Francia recuperaba el ansiado pavé, y porque los primeros días constituían una sucesión de pequeñas clásicas llenas de trampas que hacían las delicias de los rodadores, lugares donde era complicado ganar la carrera pero muy sencillo perderla. Y personal porque por primera vez desde 1910 el Tour apenas tocaba los Pirineos, que quedaban relegados a un único puerto en la etapa que llevaba de San Sebastián a Pau. Eso sí, ese único alto era el durísimo Col de Marie Blanque, capaz por sí solo de destrozar todo un pelotón. Al modo de los Tours de finales de los ochenta los Pirineos se rozaban en los primeros días, y ya sabemos cómo trastocó la competición ese hecho en, por ejemplo, 1977…y si no lo recuerdas tranquilo porque aquí te lo vamos a contar en otra ocasión.
Luego llegaba una buena y variada ración montañosa, con un primer paso simbólico por los Vosgos, con rendido homenaje al Ballon de Alsacia, primer gran puerto que escaló el Tour en su historia, tres etapones alpinos de diferente dificultad, y un paso bastante interesante por el Macizo Central, antes de afrontar la segunda y definitiva contrarreloj individual. Un recorrido pensado para la batalla, para los hombres más duros, perfecto para las encarnizadas luchas y las sutiles encerronas de los años ochenta, y que también acabaría funcionando a la perfección en este especial Tour de Francia de 1992.