La Milán San Remo más dura de la Historia II
Subiendo el Turchino, en esta Milán San Remo de 1901, se ha desatado el infierno. Corredores ateridos por el frío corren a refugiarse en los vehículos de la organización, en mitad de una carretera desolada en la que ningún espectador ya aguarda la llegada de la carrera. Por delante es el francés Eugene Christophe quien se ha destacado en la subida, y comienza el descenso con una enorme ventaja.
Pero en el descenso Christophe sufre los primeros síntomas de congelación. Sus dedos están rígidos y no puede frenar, debiendo hacerlo con los pies. Entonces el francés ve una luz en mitad de la tormenta, una granja habitada, y decide encaminarse a ella. Curiosa la historia de este Christophe, que años después deberá arreglarse por sí mismo la horquilla de su bicicleta en Sant Marie de Campan, en plena bajada del Tourmalet, después de haberla llevado al hombro durante varios kilómetros. Pero esa es, seguramente, otra historia que un día te contaremos…
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En aquella granja Christophe se acerca al fuego, y bebe algo de caldo que le dan los dueños. Tumbado en el suelo intenta recuperar el calor, hasta que media hora después entran en la granja otros dos ciclistas, sus dos perseguidores. Entonces Christophe, según dijo, sintió vergüenza de sí mismo, pensó que jamás podría mirarse de nuevo al espejo si abandonaba aquella carrera. Y volvió a salir a la ventisca, con sus dedos agarrotados (nunca podría volver a moverlos como antes de aquella jornada) su jersey aun húmedo, sus ganas de entrar en la historia. Y con la mirada asombrada de todos, granjeros y competidores, sobre su espalda de viejo galo testarudo.
Horas después hacía su entrada vencedor en San Remo Eugene Christophe. Durante la bajada hasta la ciudad litoral decía que se había equivocado de carretera un par de veces, desorientado ante la total y absoluta ausencia de indicaciones, personal de la organización o público en mitad de aquel apocalipsis. Sólo los letreros de tráfico habían podido reorientarle y hacerle entrar vencedor de una de las más hermosas epopeyas nunca vistas en ciclismo.
Una hora tardaría en entrar en meta el segundo clasificado de aquel día, y tan sólo siete ciclistas, contando al ganador, lo harían sobre su bicicleta. Y aun tres de esos sietes serían descalificados por hacer parte del recorrido en tren o en coche, entre ellos ese Luigi Ganna que dijimos el otro día fue el primer vencedor del Giro de Italia.
Christophe empleó casi doce horas y media en cubrir los caso trescientos kilómetros que aun hoy sigue teniendo la Milán San Remo. Cocchi y Marchese, segundo y tercero, tardaron llegaron a una hora y hora y cuarto respectivamente. Sala, cuarto y último aquel día, llegó más de dos horas después.
Tras unos meses Christophe volvió a aquella granja donde había sido refugiado y les regaló a sus dueños el trofeo de vencedor de aquel día. Es una muesca más en la fabulosa historia de este galo irreductible, que tiene una vida llena de victorias y momentos para el recuerdo en un ciclismo que poco se parece al actual.